Por: Adrian Ahjuech
En la historia de nuestro país, hemos sido testigos de lo que ocurre cuando un solo partido político concentra todo el poder: los contrapesos desaparecen, la crítica se acalla, y la prensa libre se convierte en un eco del gobierno en turno. Durante las décadas de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), México vivió un largo periodo en el que los medios de comunicación, que debían fiscalizar al poder, fueron amordazados o cooptados. Hoy, ante la consolidación del poder de Morena, muchos temen que estemos ante un peligroso retorno a ese modelo.
El PRI, durante los años 70, 80 y parte de los 90, demostró cómo un gobierno sin oposición efectiva puede influir en los medios hasta convertirlos en herramientas de propaganda. A través del control económico —principalmente mediante la asignación de la publicidad oficial— y la amenaza de represalias, muchos medios de comunicación se vieron obligados a seguir una línea editorial favorable al gobierno. Aquellos que se atrevieron a desafiarlo, enfrentaron censura, persecución e incluso violencia. El asesinato de periodistas como Manuel Buendía en 1984 es un sombrío recordatorio del costo de la libertad de prensa bajo un régimen que no tolera la crítica.
Hoy, con Morena consolidando su control sobre diversas instituciones y gubernaturas, surge una inquietud legítima: ¿qué pasará con los medios de comunicación? La libertad de prensa, una conquista que México ha avanzado con esfuerzo en las últimas décadas, no puede darse por sentada. La concentración del poder en un solo partido político abre la puerta a tentaciones autoritarias, y la prensa independiente suele ser una de las primeras víctimas.
Ya hemos visto indicios de esta tendencia. Desde el gobierno federal, se ha cuestionado y descalificado repetidamente a medios y periodistas que no comulgan con la narrativa oficial. Estas acciones recuerdan demasiado a la estrategia del PRI en sus años de gloria, cuando se lanzaban campañas de desprestigio contra aquellos que osaban criticar al gobierno. Los intentos de deslegitimar la prensa crítica son el primer paso hacia un control más férreo, y es un proceso que puede profundizarse si el poder absoluto se consolida.
El riesgo no es sólo que se silencie a la prensa, sino que la pluralidad de ideas desaparezca de la discusión pública. Cuando un partido político controla no solo el gobierno, sino también los canales de comunicación, el debate democrático se ve erosionado. La opinión pública es moldeada a conveniencia del poder, y la disidencia se convierte en un acto de resistencia más que en una parte natural del proceso democrático.
Hoy más que nunca, debemos defender la independencia de los medios de comunicación en México. La historia nos ha enseñado que un gobierno sin contrapesos tiende a abusar de su poder. Morena, que llegó al poder prometiendo un cambio radical, debe tener presente que el autoritarismo y la censura no son signos de transformación, sino de regresión. La diversidad de voces es esencial para una democracia vibrante, y permitir que los medios hagan su trabajo sin intimidaciones ni presiones debe ser una prioridad en cualquier gobierno que se diga democrático.
En un país donde los medios de comunicación independientes se enfrentan a amenazas cotidianas, tanto económicas como físicas, es imperativo que los ciudadanos se mantengan alerta ante cualquier intento de acallarlos. México ya vivió las consecuencias de un poder absoluto en manos de un solo partido. No debemos permitir que la historia se repita.
Todo medio de comunicación debe de defender su trabajo, su tiempo y sobre todo la libertad de expresar pensamientos, que, aunque no fueran tomados por el gobierno de la mejor manera, sean para informar, se investigue y sobre todo con un ojo analítico sobre el actuar de los que están en el poder en ese momento. Jugar sin contrapesos, es un arma de doble filo, si dices algo bien te pago pero sigues la línea que te maneje, si dices algo mal, te censuro y te señalo como persona no grata y condeno tu trabajo.
La libertad de expresión no es solo un derecho, es un pilar fundamental para garantizar que el poder rinda cuentas. Si perdemos ese pilar, no solo la prensa pierde, sino todos los mexicanos.